Publicado en Celebracion, Religión

Felices Pascuas 2024

El término «pascua» proviene del hebreo פֶּסַח (Pésaj). En latín se escribe pascha, transliteración del griego πάσχα (pásja), y este, a su vez, del arameo פַּסְחָא (pásja); según la Real Academia Española, la forma vulgar del término pascua, por influencia del latín pascuum, significa ‘lugar de pastos, por alusión a la terminación del ayuno. Es decir que esta palabra hace referencia a la acción de ‘festejar un paso, un tránsito, un cambio, una transformación’.

Y es que el pueblo judío, en la fiesta de la Pascua (Pésaj), recuerda su paso a través del Mar Rojo, guiado por Moisés y quedando liberado de esta forma el pueblo elegido por Yahveh de la esclavitud que padeció en Egipto. Otra teoría considera que es muy inocente escapar de Egipto con la luna llena pensando que los egipcios no te van a descubrir. La explicación mucho más sencilla y lógica sería que los israelitas eran fundamentalmente pastores. En la primera luna llena de primavera, tras el equinocio, caminando de noche por evitar el calor de día en el desierto, practicaban la trashumancia hacia los pastos de verano del Sinaí. La noche anterior a su partida para pasar primavera y verano con sus rebaños en el Sinaí, celebraban una gran despedida, una gran fiesta cenando cordero, su principal alimento protéico. Pascua, una gran fiesta de despedida hacia la trashumancia.

Los cristianos, en cambio, con la fiesta de la Pascua conmemoran el paso de Jesucristo de la muerte a la vida, su resurrección, acontecida en domingo, en el tercer día de su muerte, para salvar al pueblo de Dios, que queda liberado así de las consecuencias de los pecados que lo alejan del Creador.

Este paralelismo semántico ineludiblemente conduce a otro, de naturaleza histórica, que es preciso tener en cuenta también para alcanzar a comprender el significado de este vocablo en ambas concepciones y su concomitancia, que la tiene pese a sus evidentes diferencias: Jesús, que era judío, celebró con sus discípulos su Última Cena durante la Pascua judía, concretamente al anochecer del jueves día 14 de Nisán, que es precisamente la fecha en la que los hebreos celebran la cena del cordero, rememorando la que precedió a su salida de Egipto; pero para los cristianos la Pascua no la constituye la conmemoración de esa última Cena sino que habiendo muerto Cristo en la cruz al día siguiente, viernes 15 de Nisán, resucitó el 17 de Nisán, domingo y este es el objeto de su celebración: la Resurrección del Salvador.

A pesar de esta originaria coincidencia de fechas entre ambas festividades de la Pascua, la judía y la cristiana, que se prolongó durante los primeros siglos del cristianismo, el Primer Concilio de Nicea reformó el computus, el método de cálculo de la fecha del Domingo de Resurrección, para evitar que coincida con la Pascua Judía. Mientras que el calendario judío seguía el ciclo lunar, compuesto por 355 días, la mayoría de los cristianos se rigieron por el calendario solar juliano reformado, de 365 días, y además pusieron el énfasis en el día de la semana en que tuvo lugar la Resurrección, el domingo, si bien los cristianos judíos de Oriente prosiguieron con el método judío, es decir, sin tener en cuenta en qué día de la semana pueda caer cada año el 17 de Nisán. Pero, para el resto del área de influencia del Imperio romano, primó que el día de la semana en que históricamente tuvo lugar la Resurrección fue el domingo, por eso para la Iglesia católica la fiesta de Pascua tiene lugar siempre en el domingo que sigue a la primera luna llena de cada primavera/otoño, pues tampoco se perdió de vista que, a fin de cuentas, el hecho trascendental que se celebra aconteció durante el mes de Nisán, el primer mes del calendario judío, el cual arranca coincidiendo con el equinoccio de la primavera en el hemisferio norte.

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